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Hace tan sólo 12.000 años, durante el período Neolítico, los humanos éramos nómadas. Cazábamos animales y recolectábamos especies nacidas espontáneamente, como frutos silvestres, allí donde nos desplazábamos. Sin embargo, el clima se estaba volviendo más cálido y seco, lo que propició que se establecieran los primeros asentamientos y se empezaran a fabricar las primeras herramientas agrícolas.
Los animales se mudaron a los valles fértiles en busca de agua y las personas los siguieron. La necesidad de establecerse en un lugar fijo produjo cambios profundos en el estilo de vida de los seres humanos. Uno de los principales cambios fue el auge de la agricultura, que propició la necesidad de contar con aperos de labranza para desbrozar el terreno, cortar el cereal, etc.
Estas primigenias sociedades sedentarias se iban alejando de las prácticas de los pueblos cazadores-recolectores para dedicarse a labores agrícolas, que fueron progresando desde una agricultura itinerante (que obligaba a levantar los asentamientos), debido a la sobreexplotación de los suelos y el desconocimiento, por ejemplo, de cómo producir abonos, hasta las explotaciones que conocemos hoy en día, y que se se empezaron a extender masivamente a partir de la introducción del arado y otros mecanismos de siembra.
Desde que el hombre comenzó a arar la tierra y a dedicarse a la agricultura, se inició el desarrollo de herramientas para labrar la superficie de la tierra, de modo que los nutrientes salieran a la superficie. La agricultura se convirtió entonces en una alternativa al modo de nómada y una verdadera fuente de prosperidad.
Las primeras herramientas agrícolas, que específicamente pueden calificarse como tales, iniciaron su desarrollo hace unos 8.000 años. Se trataba básicamente de las mismas que utilizaban en el Paleolítico para recolectar raíces: simples instrumentos hechos de madera, piedra, asta o hueso, que les permitieron romper nueces o despellejar animales con menor esfuerzo. Gracias a la evolución de la agricultura, los cazadores se fueron convirtiendo en grandes pastores y domesticadores de animales.
Poco después descubrieron que si golpeaban con una piedra atada a un palo, la fuerza de sus brazos se multiplicaba. Así que mediante piedras afiladas, sílex, hueso y maderas más o menos torneadas inventaron azadas para cavar la tierra, hoces para recoger el grano, hachas, martillos e, incluso, arados rudimentarios hechos con ramas para preparar la tierra para la siembra manual y, posteriormente, adaptarlos para que fuesen tirados por animales para aliviar las cargas de la siembra, el cuidado y la recolección de las cosechas.
Todas las herramientas agrícolas fueron importantes, pero la que influyó decisivamente en la forma de obtener alimentos de la tierra fue el arado. Los primeros arados, que fueron utilizados en Medio Oriente y se extendieron por el Mediterráneo, eran herramientas idóneas para cultivar la tierra dura y áspera. Los primeros arados surgieron en África en la zona que ahora conocemos como Egipto hace unos 5.000 años. No eran más que palos gruesos, en una primera etapa, y azadas, picos y palas, en una segunda, que se empleaban para romper la capa superior del suelo para poder cultivar.
La llegada del arado supone un punto de inflexión en la historia de la agricultura por dos razones:
El arado como herramienta agrícola primitiva no cambió prácticamente su mecanismo hasta la llegada de la civilización romana. El llamado “arado romano”, además de incorporar una pieza de hierro para profundizar en la tierra, introdujo lo que se conoce como “vertedera”, pieza que ayuda al agricultor a remover mejor los terrones de tierra y preparar el suelo para la siembra. En este sentido, los agricultores y ganaderos eran cinco o seis veces más productivos que los recolectores a los que habían reemplazado gracias a la modernización de las técnicas de cultivo.
El diseño del arado romano se mantuvo hasta el siglo XVIII sin prácticamente variaciones, hasta que en 1730 se popularizó el llamado “arado Rotherham”, un apero de forma triangular que rentabilizaba mucho mejor la fuerza de tiro que se utilizaba por aquel entonces en Europa: el caballo.
A comienzos del siglo XVIII apareció también la primera máquina sembradora de semillas. En 1808 Robert Ransome inventó el primer arado fabricado totalmente en acero y en 1837 un herrero llamado John Deere sustituyó las cuchillas de hierro fundido por otras de acero más ligeras.
A principios de la década de 1840, se introdujo el arado con ruedas y asiento para conductor. En 1847 se comercializó el arado de discos, que, además de preparar la tierra para el cultivo, servía para arrancar las malezas o pulverizar los terrones de tierra solidificados. Hasta hoy, su diseño y funcionalidades no han variado.
Con el desarrollo industrial surge en 1902 el primer tractor a vapor, el denominado “caballo mecánico”. A partir de 1905, se empiezan a utilizar los primeros tractores enganchados al apero estrella de la agricultura: el arado. Las máquinas de vapor agrícolas se hicieron cargo del pesado trabajo de tracción de los caballos.
Posteriormente, la invención del motor de combustión interna permitió renunciar a los animales de granja para los tractores y cosechadoras a gasolina. Estas máquinas grandes y potentes reemplazaron a muchos aradores, cosechadores y animales. Llegados a este punto, la evolución de los tractores ha sido imparable. Actualmente, hay modelos que se adaptan a las necesidades de cada explotación.
A continuación, ofrecemos un listado con herramientas agrícolas antiguas indispensables para ejecutar las principales labores agrícolas, muchas de las cuales aún se emplean, sobre todo en las zonas rurales donde no llegan los avances tecnológicos o no pueden ser adquiridos por sus altos costos, así como en la agricultura ecológica.
Las herramientas agrícolas desempeñan un papel destacado en el mundo de la agricultura Debido a que el cultivo y la agricultura involucra trabajo pesado y una variedad de procesos diferentes, sería casi imposible hacerlo a mano. La maquinaria y las herramientas agrícolas son imprescindibles, entre otras razones, porque:
Actualmente hay una serie de herramientas agrícolas que son imprescindibles para el crecimiento, desarrollo o viabilidad de una explotación agrícola.
Un tractor es la herramienta agrícola básica para el agricultor. En el mercado hay una amplia variedad de modelos que se pueden configurar atendiendo a su actividad, potencia, tamaño, consumo, etc. En la mayoría de los casos, a los tractores se les pueden conectar uno o varios implementos para realizar diversas labores.
Unido al tractor es una herramienta esencial para preparar los terrenos para el cultivo. En el mercado existen varios tipos de arados, según el tipo suelo: vertedera, cincel y disco.
Esta herramienta se emplea, conectada a un tractor, para cubrir los surcos, allanar la tierra y deshacer los terrones o cascotes de tierra que quedan en la superficie tras el arado. La grada o rastra de dientes permite realizar una segunda y más profunda fase de labranza. Existen diversos tipos: rastra de cadena, rastra de púas, grada de primavera, etc.
Se emplea junto con un tractor para esparcir abono o estiércol sobre el campo de forma precisa y uniforme para que todas las plantas reciban los nutrientes necesarios.
Esta herramienta es utilizada para una distribución uniforme de las semillas. Existen diferentes tamaños que van desde sembradoras manuales hasta remolques conectados a un tractor. También se pueden emplear para esparcir sal, arena o incluso fertilizantes.
Máquina encargada de recoger los restos de heno y paja para comprimirlos y atarlos en balas en forma cuadrada o cilíndrica. En el mercado se comercializan en diferentes tamaños, atendiendo al tamaño de la explotación.
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